CRECIMIENTO PERSONAL Y ESPIRITUAL



ACEPTACIÓN
Al aceptar incondicionalmente a los demás, les ayudamos a que se quiten sus 
máscaras y que se encuentren a gusto tal y como son. La seguridad de ser 
aceptados les da la libertad de ser ellos mismos y les permite llegar a conocerse 
fácilmente y también a aceptarse a sí mismos. 

Sólo nos podemos sentir cómodos cuando nos adaptamos a nuevas situaciones y 
a diferentes maneras de hacer las cosas si somos alegres y permanecemos 
tranquilos. A menudo nos resistimos a las nuevas ideas de los demás o a las 
circunstancias cambiantes debido a que tenemos celos, desconfianza o 
resentimiento. Si alejamos esta negatividad, empezamos a ver con una visión 
positiva y podemos incluir nuevas perspectivas en la vida, con un sentido de 
franqueza y aventura. 
A medida que crece nuestra fuerza espiritual, abandonamos el hábito de 
preocuparnos. Para nada sirve, como no sea para llenarnos de tensión y 
hacernos sentir desdichados. Cuando dejo de inquietarme por cosas que están 
más allá de mi control, y en cambio me concentro en crear pensamientos 
optimistas y bondadosos, mi vida se encauza en direcciones mucho más 
positivas. Al encarar la vida con espíritu liviano  y optimista puedo afrontar y 
aceptar con calma todo lo que ella me depare.  
Alentar mi optimismo es el mejor modo de conservar la alegría. Para lograrlo 
puedo empezar el día meditando sobre cómo derramar  luz y amor en las 
situaciones que se me presentarán a lo largo del día. Si luego me mantengo en 
contacto con el espíritu de Dios y con su benévola mirada, la felicidad interior 
que me embargará me ayudará a afrontar y aceptar cualquier situación sin 
sentirme agobiado.

ACEPTACIÓN, ALEGRÍA Y AMOR


Al aceptar incondicionalmentea los demás los ayudamos a que se 
despojen de sus máscaras y se sientan a gusto con lo que son. La 
seguridad de que se los acepta les da la libertad de ser ellos mismos, 
y con ello pueden llegar a conocerse fácilmente y a aceptarse a sí 
mismos. 
Alentar mi optimismo es el mejor modo de conservar la alegría. Para 
lograrlo puedo empezar el día meditando sobre cómo derramar luz y 
amor en las situaciones que se me presentarán a lo largo del día. Si luego me mantengo en contacto con el espíritu de Dios y con su 
benévola mirada, la felicidad interior que me embargará me ayudará 
a afrontar cualquier situación sin sentirme agobiado.  
A medida que crece nuestra fuerza espiritual, abandonamos el hábito 
de preocuparnos. Para nada sirve, como no sea para llenarnos de 
tensión y hacernos sentir desdichados. Cuando dejo de inquietarme 
por cosas que están más allá de mi control, y en cambio me 
concentro en crear pensamientos optimistas y bondadosos, mi vida se 
encauza en direcciones mucho más positivas. Al encarar la vida con 
espíritu liviano y optimista puedo afrontar con calma todo lo que ella 
me depare. 
Todos deseamos que nos amen por lo que somos. Cuando amo 
plenamente a los demás, refuerzo su autoestima y ayudo a que ellos 
a su vez traten con amor a los otros. Aunque no vea resultados 
inmediatos, el amor siempre está actuando. 
Si sólo doy mi amor a una o dos personas, éste acabará por 
extinguirse. Si aprendo a llenar mi corazón de amor y a brindárselo 
en silencio a todo aquel que encuentro, el amor embellecerá cada 
rincón de mi vida. 
Si comienzo cada día meditando en silencio y colmando mi mente de 
pensamientos positivos y llenos de amor, poco a poco desalojaré todo 
cinismo y hostilidad. Mi espíritu debe ser tan hermoso y acogedor que 
Dios mismo quiera venir a visitarme. 


ACEPTACIÓN Y FLEXIBILIDAD

Al aceptar incondicionalmente a los demás, les ayudamos a que se quiten 
sus máscaras y que se encuentren a gusto tal y como son. La seguridad de 
ser aceptados les da la libertad de ser ellos mismos y les permite llegar a 
conocerse fácilmente y también a aceptarse a sí mismos. 
Sólo nos podemos sentir cómodos cuando nos adaptamos a nuevas 
situaciones y a diferentes maneras de hacer las cosas si somos alegres y 
permanecemos tranquilos. A menudo nos resistimos a las nuevas ideas de 
los demás o a las circunstancias cambiantes debido a que tenemos celos, 
desconfianza o resentimiento. Si alejamos esta negatividad, empezamos a 
ver con una visión positiva y podemos incluir nuevas perspectivas en la vida, 
con un sentido de franqueza y aventura. 


CAMBIAR, ACEPTAR Y SOLTAR


Todo lo que suceda o no suceda, mantengámonos calmados y confiados, 
porque todo es apropiado y de alguna forma, todo es necesario. 
Todo lo que se diga, cualquier cosa que se haga, tengamos la fortaleza de 
permanecer libres de influencias. Permanecer más allá de las opiniones, 
de la alabanza y la difamación y tener la fuerza de permanecer atento y 
cuidadoso con todos. 
Cuando nos desapegamos, comprendemos el verdadero significado de la 
independencia. Si no, a menudo solo avanzamos si obtenemos la 
aprobación de otros. Entonces nunca podemos ser libres de pensar y 
actuar como elijamos.  
No debemos alterarnos con nadie, porque las dificultades empiezan en mí 
y sólo pueden terminar en mí. Los demás son simplemente como espejos 
que muestran lo que hemos rechazado reconocer en nosotros mismos. 
Pero no nos podemos evitar a nosotros mismos para siempre. Más pronto 

o más tarde, el espejo del tiempo refleja la realidad. 
Es necesario que evitemos las reacciones de culpa y acusación, y evitemos 
la tentación del desánimo, de querer aislarnos y justificar nuestra "razón".  
Hemos de evitar tomar soporte de aquellos que sabemos que estarán de 
acuerdo con nuestra indignación e insatisfacción. Hace falta que estemos 
dispuestos, con todo el coraje y la humildad, a aceptar y creer que éste es 
realmente el momento en que "he de cambiar". 
Hemos de aprender a: 
Cambiar, 
Aceptar, 
Y soltar, 
entonces podemos experimentar amor. 





CENTRARSE Y FLUIR

Si observamos el sol desde la tierra, nos damos cuenta de la ley básica y 
fundamental, de la cual nosotros los seres humanos podemos aprender, y 
que es la que más nos ayuda en la vida a movernos correctamente. El sol  
con su luz da vida a la tierra. El sol está en una posición fija, y así tiene 
que ser, de otro modo la tierra y los demás planetas de nuestro sistema 
solar no seguirían en su continua y armoniosa órbita. Habría caos, 
trastorno y grandes pérdidas. Por otro lado la tierra se está moviendo 
constantemente en ciclos repetitivos, alrededor del sol. El movimiento 
permite el cambio y una expresión que tiene un principio, medio y final. 
En otras palabras, el fenómeno del tiempo se crea a través del equilibrio 
de la tierra y los armoniosos ritmos cíclicos. Ambos son necesarios para la 
vida.  
La tierra tiene todo el potencial para la vida, pero sin la luz de la fuente 
fija no habría vida. De la misma forma, el sol tiene el poder de dar vida,  
pero si la tierra moviéndose no sostuviera el potencial, incluso habiendo 
luz no habría manifestación de la vida.  
En ciertas situaciones y momentos necesitamos tener enfoque, 
concentración de pensamientos, voluntad y entendimiento. Los tres 
necesitan estar juntos, centrados en un punto, si queremos llegar a la 
profundidad y experimentar novedad. Sin embargo, si nos enfocamos 
demasiado, entonces gradualmente surge rigidez y presión. Esto lleva a 
un desequilibrio que nos hace perder creatividad y  apertura para una 
nueva visión.  
Lo que podemos observar es que “estar centrado” necesita en ciertos 
momentos el fluir en nuestra vida de forma natural, apropiada y sistemática.
 Estando enfocados encontramos la visión, la inspiración, el entendimiento, 
y al fluir encontramos la expresión, la experimentación, la experiencia. Así 
como un enfoque excesivo se convierte en algo negativo, el fluir en 
exceso puede llevarnos a que nos perdamos en una inundación de exceso 
de pensamientos y de hablar y hacer demasiado, y no hay dirección que 
guíe la expresión, entonces las cosas se hacen frágiles. En tales 
momentos necesitamos darnos cuenta de que es el momento de 
enfocarnos, de ir hacia nuestro interior y permanecer silenciosos.  
De acuerdo a la necesidad, los seres humanos necesitan moverse entre el 
enfocarse y fluir, y sólo el propio discernimiento  de la persona le dirá 
cuando y cómo hacer esto. Todo tiene su momento. 


COMPLEMENTARSE

La armonía, el bienestar, y la satisfacción del propósito individual son 
posibles cuando nuestra conciencia es inclusiva en vez de excluyente. Tal 
conciencia es universal, en el sentido de que podemos reconocer y 
apreciar el propósito y la necesidad de todas las cosas en la vida, y de 
esta manera darles el espacio para expresar el derecho innato de “ser”. 
Cuando las personas, bien sea a un nivel individual o colectivo, se hacen 
excluyentes, es decir, cuando la base de su identidad se fundamenta en 
prerrogativas y privilegios, entonces la armonía, la paz y también el amor 
se pierden, tanto en la persona como en la sociedad. Las personas, las 
sociedades, nacionalidades, religiones, políticas,  se vuelven excluyentes. 
Cuando se apegan a una especialidad en particular,  un talento o una 
posición,  a pesar de que es sano el valorar quién  eres, tal apego hace 
que se convierta en algo insano y violento, haciendo que otros se sientan 
inferiores debido a que no poseen lo que nosotros tenemos. 
En la mayoría de ocasiones, la razón del conflicto a cualquier nivel  es la 
idea de estar en lo cierto, y querer dominar y reprimir a otros porque 
pensamos que somos mejores de una forma o de otra. 
Desafortunadamente, en la sociedad moderna, ya sea  en oriente u 
occidente, la idea de rebajar a los demás para demostrar el valor de la 
persona o la idea, ha creado precedentes sobre el principio innato de la 
vida que es el complementarse.  
Cuando tenemos tendencia a complementarnos en lugar de competir o 
menospreciar a los demás, hay paz y en especial respeto. Y por encima de 
todo auto-respeto. Auto-respeto es reconocerme a mí mismo tal y como 
soy y cumplir con mi propósito sin dañar ni compararme con los demás. 
En este hermoso tapiz de la vida todos tenemos un lugar, simplemente 
debo saberlo, entenderlo, expresarlo, disfrutarlo.  Tengo este derecho, 
pero nunca debo abusar, porque cuando empiezo a pensar que mi “rol” o 
mi posición o mi expresión, es más aventajada o mejor que la de los 
demás, entonces habrá conflicto. En ocasiones, cuando hay una sensación 
de incapacidad, ya sea personal o colectiva, hay una necesidad de ser 
reconocido y esto crea apego a los privilegios o las prerrogativas, y 
cuando el sentido de identidad se basa en esto, crea exclusividad.  
La naturaleza funciona bajo el principio de la complementariedad, como 
por ejemplo podemos comprobar con las estaciones, el día y la noche, el 
continuo proceso cíclico de nacimiento, crecimiento, madurez y envejecimiento, muerte, renacimiento, crecimiento, madurez, muerte, etc.  
El principio de ser complementario significa que cada uno tiene un mismo 
valor, y cuando reconocemos la igualdad del valor de todas las cosas, 
entonces dejamos de competir, compararnos, sentirnos inferiores o 
superiores, intentando ser lo que no somos. En una sociedad,
 ¿son todos doctores, albañiles o panaderos? Todos tienen diferentes talentos, 
diferentes posiciones ya que se tienen que realizar diferentes tareas si se 
quiere que la sociedad funcione bien. Si examinamos la vida, nos damos 
cuenta de que el reconocimiento de este principio de ser complementario 
es la base para crear una coexistencia pacífica y feliz, ya que la visión y la 
actitud de igualdad respetan  las diferencias.


COMPRENDER LA LEY DE LA ACCIÓN

La ley de la acción o ley del karma se basa en el entendimiento de las 
consecuencias de cada uno de nuestros actos, palabras y 
pensamientos. Cada acción que realizamos equivale a plantar una 
semilla que en su momento, más pronto o más tarde, va a cosechar 
un fruto. Según sea la semilla, positiva o negativa, así será el fruto 
cosechado. 
Debido a una falta de entendimiento de esta ley sutil que opera 
constantemente a veces no prestamos la debida atención a nuestras 
acciones. Por ejemplo, si hoy difamamos a alguien, si hablamos sobre 
los defectos o errores de alguien y esparcimos tal información, 
estamos incurriendo en un karma negativo. Hoy quizás difamemos a 
alguien, mañana alguien nos difamará a nosotros por igual o más. 
Incluso si alguien habla sobre defectos o errores de otros y le 
escuchamos y apoyamos, nos hacemos cómplices de un karma 
erróneo. Tal es la sutileza de la ley de la acción, no sólo se aplica a las 
acciones que reconocemos de manera evidente sino también a 
comportamientos y hábitos que consideramos poco relevantes. Estos 
pequeños errores toman la forma de un obstáculo en nuestro progreso 
espiritual. 
Por tanto, comprendiendo la filosofía del karma podemos liberarnos 
de cometer errores y conseguir más éxito en nuestro desarrollo 
espiritual.


EL ARTE DE OBSERVAR

Un principio espiritual de gran beneficio para el ser es el de observar y no 
absorber. Cuando observamos, adoptamos una nueva posición mental en 
cualquier situación en la que nos encontremos, en la relación con los demás. 
Observar es una habilidad silenciosa, una habilidad que necesitamos 
aprender si queremos evaluar con claridad qué cambios positivos son 
necesarios en una situación o con una persona. 
Cuando adoptamos la actitud de un observador, la mente se mantiene clara 
y libre, y de esta manera, abierta a nuevas perspectivas, ya que aprendemos 
a escuchar y a sintonizar con la realidad de la otra persona. Observar nos 
capacita a ser creativos, productivos, efectivos ya que hemos generado un 
espacio para un entendimiento mejor y más verdadero. 
Si no aprendemos este arte de observar, entonces reaccionamos y 
absorbemos la negatividad del evento o de la persona. Nos hundimos en las 
arenas movedizas de lo que está mal y por tanto, nunca podemos poner las 
cosas bien. A medida que absorbemos nos vamos llenando, nos volvemos 
pesados con las emociones negativas y con esta sobrecarga somos incapaces 
de elevar la conciencia y percibir la realidad de las cosas. Perdemos la 
perspectiva. 
Mantener la actitud de un observador desde la distancia es la base para 
refinar nuestro poder de discernir y decidir.

EL PRINCIPIO DE OBSERVAR Y NO ABSORBER

Cuando observamos adoptamos una nueva posición mental. En cualquier 
situación o relación que nos encontremos, observar  es una habilidad 
silenciosa, una habilidad que necesito aprender si  quiero percibir con 
claridad qué cambios positivos son necesarios en una situación o con una 
persona. Un observador mantiene su mente clara, libre y está abierto a 
nuevas perspectivas, porque aprende a escuchar y sintonizar para captar 
la realidad del otro. 
Observar nos capacita a ser creativos, productivos, efectivos, ya que 
hemos dejado un espacio para un entendimiento mejor y verdadero. Si no 
aprendemos este arte de observar, reaccionamos y nos absorbemos e 
involucramos en la negatividad de la persona o el evento. Nos perdemos 
en las arenas movedizas de aquello que es erróneo,  y nunca podemos 
solucionar las cosas. Si absorbemos nos llenamos de emociones 
negativas. La gravedad del exceso de peso no nos permite elevarnos y 
percibir la realidad de las cosas, perdemos perspectiva. Si queremos 
entender, la posición mental de observar nos da el  poder de la 

perspectiva.  
Podemos observar a un pájaro y una hormiga; la hormiga siempre está 
ocupada, tropezando en todo con sus prisas por encontrar comida y 
guardarla. Sólo puede ver aquello que está enfrente de su nariz. En 
cambio el pájaro se aleja de la tierra, vuela hacia lo alto, y empieza a ver 
con perspectiva amplia, en comparación como la veía en el suelo o sobre 
una rama. Viendo toda la escena tiene la perspectiva del terreno y  puede 
ver donde quiere  ir y  lo que tiene que hacer. Cuando perdemos 
perspectiva nos quedamos atrapados en los detalles, nos olvidamos de lo 
obvio o principal, y no podemos pensar o imaginar acerca de otras 
realidades. 

INTERVENIR Y RETIRARSE

Para que cualquier actividad o relación permanezca armoniosa y exitosa, 
debemos saber en qué momento intervenir y en cuál retirarnos. Como un 
jardinero, que planta las semillas de su jardín, y en el momento preciso 
actúa, las planta, las riega, y luego se retira de la escena, y permite que 
la naturaleza continué su trabajo. Sin embargo de vez en cuando 
interviene otra vez para ver si hay suficiente agua, si los insectos están 
atacando las plantas, o si se necesita alguna otra  cosa. Su papel es 
encontrar el espacio apropiado para que nazcan las  semillas, con su  
potencial belleza y su singularidad. Él no crea las flores sino que facilita su 
expresión. Él no interviene demasiado, ya que eso podría causar 
interferencias. Después de plantar las semillas, no pide que haya un 
resultado inmediato, o no espera al día siguiente para ir y ver si han 
nacido. Hace su papel, cumple con su tarea,  pero luego suelta y deja que 
las cosas sigan su curso, ya que entiende que el hecho de que surjan las 
flores no depende de él. Por supuesto, no se aparta demasiado tiempo, si 
lo hiciera, las plantas podrían morir por falta de atención, y los insectos y 
las malas hierbas podrían acabar con las plantas. No deja ir demasiado ni 
se separa mucho tiempo, de forma que pudiera quedarse aislado del 
proceso. Sabiendo cuándo intervenir y cuándo retirarse, crea una 
respetuosa asociación con la naturaleza. 



De la misma forma nosotros tenemos la tarea de plantar semillas positivas 
de buenas intenciones, respeto, tolerancia, etc., pero a la vez debemos 
conocer a los demás y las fuerzas del Universo para empezar a trabajar en 
un terreno y responder de acuerdo a su momento y sus tendencias. A 
veces plantamos esas semillas y queremos resultados inmediatos.” He 
tenido tanta paciencia, pero no cambia” “Cuanto tiempo tengo que seguir 
tolerando, me siento reprimido”.  
El apegarnos a lo que hacemos no permite que haya el espacio suficiente 
para que las cosas sucedan a su debido tiempo. A veces tenemos un tipo 
erróneo de misericordia, o bien queremos controlar, pensando que 
sabemos más, e intervenimos demasiado en la vida de las personas. Esta 
interferencia y falta de libertad hacia los demás,  provoca antagonismo, 
resentimiento y conflicto. En ocasiones nos hartamos de los demás, 
nuestra tolerancia y empatía se reducen totalmente, y decimos “ya he 
tenido suficiente, debo ir y hacer mis propias cosas”, y entonces nos 
retiramos pero de una forma egoísta, y nos aislamos de los demás y las 
situaciones. Justificamos este rechazo o desagrado  con frase tales como 
“Déjales que se les arreglen por sí mismos”, o “Necesito tener mi 
espacio”. Nos hemos retirado demasiado, fuera de la escena, porque no 
hemos cultivado la paciencia y el entendimiento, que permite que germine 
lo bueno y positivo y crezca y se desarrolle en su propio momento. Es un 
arte el saber cuándo intervenir y cuándo retirarse.


PRINCIPIOS DEL PENSAMIENTO POSITIVO



Los siguientes principios del pensamiento positivo pueden ayudarte a 
reconocer y evaluar la calidad de tus pensamientos. Estos principios nos 
recuerdan que el auto-respeto es la base para enfocar todas las 
situaciones. De este modo no somos disuadidos por las apariencias 
negativas o por la falsedad sino que mantenemos una actitud de autoconfianza
 y predisposición a encontrar el beneficio oculto en todo. 
La base del pensamiento positivo es tener auto-respeto y desarrollar contentamiento interno. 
Pensamiento positivo es alcanzar un estado mental de neutralidad 
en el que los pensamientos están libres de la resistencia o la 
oposición de la negatividad. 
Pensamiento positivo implica evitar activamente involucrarse en 
proyecciones mentales. Es decir, evitar proyectar en los demás las 
trampas y engaños que están en nuestro propio mundo interno. La 
proyección distorsiona nuestra percepción y limita nuestra visión del 
mundo. 
Pensamiento positivo significa liberarse de preocuparse acerca de 
los demás. 
Pensamiento positivo se basa en estabilizarnos en la conciencia 
natural de nuestro ser espiritual, un ser de paz, pureza, fortaleza y 
sabiduría. 
Pensamiento positivo es darse respeto a uno mismo rechazando 
cualquier visión negativa de alguien hacia nosotros. De esta manera 
fortalecemos la confianza en el ser. 
Auto-respeto significa reafirmar que somos un alma pura y pacífica. 
Desde este sentido espiritual de identidad, podemos resistir los 
pensamientos peyorativos acerca de nuestra valía e integridad 
personal creados en nuestro interior o en otros. 
Auto-respeto implica auto-confianza. Mantenemos consideración 
hacia nuestro ser independientemente de la alabanza o la 
difamación, el éxito o el fracaso. Mantenemos una actitud de amor, 
paz, fe, coraje, perseverancia, entusiasmo y felicidad. 
El contentamiento nos capacita a tener un corazón grande y 
generoso, sentimientos benevolentes hacia los demás, facilidad en 
perdonar y olvidar el pasado, así como para estar libres del miedo. 
Pensamiento positivo es pensamiento independiente basado en 
valores y principios elevados. No se basa en la reacción ante las 
apariencias o en la dependencia de que las personas, lugares y 
cosas sean de acorde a nuestras expectativas.


SER CONSCIENTE PERO NO CRÍTICO

En el camino de la meditación hay un dicho: “Ver pero no ver, oír pero no 
escuchar”,  lo cual  significa permanecer consciente de todas las 
realidades, incluso las negativas, pero no quedarnos atascados en ellas. 
Nos quedamos atascados porque reaccionamos. Reaccionamos juzgando, 
acusando, criticando, etiquetando. Hacemos esto porque nos sentimos 
amenazados por aquello que nos es desconocido o  que no aprobamos. 
Tan pronto como juzgamos o criticamos lo ponemos todo en 
compartimentos a nuestra conveniencia, y eso entraña graves peligros. 
Debido a que vemos el error de la persona o situación decimos: “son así y 
se les ha de tratar de acuerdo a ello”.  
Cuando nuestra visión y actitud permanecen críticas hacia alguien,  ellos 
permanecen tal y como son, ya que por mi parte no hay ninguna 
aportación de positividad que anime o permita que se produzca un cambio 
positivo. Hacemos eso constantemente, queriendo que los demás sean 
mejores de alguna forma, pero en lugar de ayudarles, teniendo fe en ellos 
y viendo sus buenas cualidades, las ocultamos, concentrándonos en su 
pasado, sus debilidades y sus errores. Nuestro enfoque se hace negativo, 
y aún así esperamos que cambien para mejor. 
Cuando permanecemos conscientes de una forma desapegada, no 
pensamos en lo que está mal, sino en cómo podemos poner algo bien, 
contribuyendo con un sentimiento, actitud o palabra positivos. Tal 
contribución es un acto generoso, que en lugar de quejarse como hace la 
gente crítica, ofrece una solución. Una persona espiritualmente despierta 
mira de ofrecer soluciones, y no se complace quejándose. Madurez es ser 
completamente consciente, pero de igual forma que uno es  consciente, 
mantenerse igualmente silencioso. Muchas cosas se resuelven por sí 
mismas si mi aportación es consistentemente bondadosa y tengo una 
motivación honesta. 







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